El lado Obscuro del gym





La mayoría de los gimnasios ofertan y recomiendan decenas de "complementos alimenticios" que despiertan importantes dudas entre los médicos sobre sus consecuencias en la salud. 
El nuevo Plan de Lucha Contra el Dopaje del Ministerio de Sanidad quiere regular esas ventas y poner orden en un sector tan emergente como descontrolado.




















La redada policial que hace dos semanas se saldó con el registro de 100 salas y la detención de 121 personas en 31 provincias, acusadas de comerciar con sustancias dopantes, ha evidenciado la paradoja: bajo un aspecto saludable pueden esconderse riesgos para la salud. Tanto es así que el Ministerio de Sanidad acaba de lanzar un Plan de Lucha Contra el Dopaje, que pretende acabar con la total desregulación existente en este sector.


El culto al cuerpo es el motor de una industria que ha crecido exponencialmente en las últimas décadas. En España han proliferado los gimnasios como setas. Hay cerca de 10.000, según los datos de la International Federatión of Body Builders (IFFB), 800 de ellos sólo en Madrid. Pero el Consejo Superior de Deportes (CSD) asegura que ni siquiera existe un censo oficial, "aunque se está elaborando".
Son las catedrales del físico, más grandes y más pequeñas, más caras y más baratas, pero a la entrada de casi todas ellas se puede encontrar un expositor de productos: proteínas, aminoácidos, vitaminas... Todo tipo de "complementos alimenticios" en envases de hasta tres kilos que se anuncian como estimulantes o revitalizadores musculares. No entran dentro del catálogo de sustancias dopantes (esteroides, anabolizantes, hormonas...), pero fisiólogos y médicos aseguran que no son buenas para la salud, o al menos que no está demostrada su inocuidad, y que existen importantes dudas de que dichos componentes deban venderse en gimnasios, teniendo en cuenta que en la mayoría de ellos no existe un especialista médico que aconseje sobre su consumo.
Son cuestiones que pretenden ser ahora resueltas con la puesta en marcha del plan antidopaje, mediante la elaboración de una normativa que homologue los criterios de apertura de este tipo de centros e impida la venta de esos productos, desde barritas energéticas hasta proteínas sintéticas, en locales no autorizados.


"Me tomo dos batidos diarios, uno antes y otro después de entrenar", dice Luis, de 29 años, que va al gimnasio de su barrio todos los días, una hora y media. Su concepto de batido dista bastante de la idea más común. Consiste en dos cucharadas de "polvos", que son 30 gramos de proteínas concentradas, con un poco de leche. "Lo compro en el gimnasio pero lo venden en muchos sitios. Es alimento para el músculo. He empezado hace poco y aún no he notado nada. Quería tener la masa muscular un poco más dura y me dijeron que eso iba bien", explica.
La clave está en el "me dijeron". Los gimnasios se mueven a menudo entre los rumores y las modas. Es un reino en el que el rigor no importa demasiado, pese a que es la salud lo que está en juego. Porque son lugares que, en principio, no suscitan sospechas y se asumen como símbolos de "vida sana". Pero la ausencia de especialistas médicos o de entrenadores titulados a la hora de hacer recomendaciones alimentarias es lo más habitual.
"Estoy muy preocupado con ese tema", dice el doctor José Mataix, catedrático de Fisiología y especialista en Nutrición de la Universidad de Granada. "Si los gimnasios estuvieran obligados a tener algún especialista en Medicina Deportiva, la cosa cambiaría. Porque el gimnasio es una unidad de deporte interesante, pero requiere gente experta", afirma tras realizar un estudio que ha tenido como resultado un libro titulado Deporte, Nutrición y Dopaje, que se publicará dentro de seis meses. Según él, es inútil tratar de convencer a los deportistas de que la automedicación y la sobrealimentación no son saludables. "Lo he intentado, pero se fían más de su preparador que de un especialista. La formación tiene que estar dentro de ese mundillo para que surta efecto".
Médicos, fisiólogos y nutricionistas coinciden en que estas transgresiones alimentarias generan un desequilibrio tremendo que puede afectar a neurotransmisores cerebrales, a órganos como el riñón o a músculos como el corazón. Los agentes policiales que llevan a cabo la llamada Operación Gamma, cuya última actuación consistió en la gran redada de hace dos semanas, aseguran que en el sector de los gimnasios no existe ningún tipo de control por parte de las autoridades deportivas o sanitarias. "Una vez metido en el ambiente, uno puede conseguir lo que quiera y mi impresión, tras la investigación, es que la venta de productos considerados dopantes y no dopantes en los gimnasios está bastante generalizada", afirma uno de los agentes. Ellos también apuntan la falta de cualificación de los monitores como problema fundamental: "Son aficionados, pero conocimientos médicos, cero".

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